En Los Ángeles no ha dejado de llover. Los meteorólogos dicen que es parte del cambio climático, que el tiempo no es igual que antes y que hemos desgastado los recursos que nos brindaban una Tierra que llegamos a entender bastante bien y que ahora parece estar averiada.
Es interesante como a través del tiempo hemos tratado de explicarnos a nosotros mismos el lugar en el que vivimos. Loquísimo que una roca flotante en el espacio —que a veces se cree plana y a veces redonda— empezó a tener sentido gracias a la ciencia.
Mientras más nos adentramos en nuestra personalidad de ‘humanos ciencia’, pudimos darle un sentido a lo que hay detrás de unas placas tectónicas, de un núcleo hirviente y de unas mareas, fuimos dándole a la Tierra un significado. Encasillandola en una personalidad.
La Tierra se comporta así o así… en el invierno nieve, en el verano sol.
Una personalidad que ahora parece haber cambiado, que ya no comprendemos, pero que de todas maneras queremos mantener para sentirnos seguros.
No puedo decir que no tengamos incidencia en lo que está ocurriendo a nivel físico y material. Es un hecho que hemos sido desconsiderados con el suelo que nos da alimento y cobijo. Pero esto es solamente un reflejo de lo que nos hacemos día a día a nosotros mismos.
Como es adentro es afuera. Como es arriba es abajo.
Todo este cambio climático, visto desde la mente, es aterrador. Pensar que este lugar seguro, nuestra casa, tiene el total potencial de destruirnos en cuestión de segundos, nos recuerda la impotencia y fragilidad del ser humano.
Pero sin ir tan lejos, este mismo potencial está en las manos de cada uno, y solo basta aceptar que tú y nadie más que tú eres responsable de tu propia vida, para confirmarlo.
El asunto aquí es que la Tierra está viva, como tú y como yo.
Y todo lo que tiene vida es magia.
La magia no es estática, es lo que pone a todo en movimiento. Es dinámica y no se explica, se experimenta y se siente.
Si la Tierra es magia, entonces está habilitada a cambiar. Y no me refiero solamente a las estaciones. Cambiar en su totalidad. Ponerse un letrerito que diga: cerrado por reconstrucción las veces que sean necesarias, al igual que tú y yo.
Cada persona es un reflejo en ‘micro’ de lo que pasa a nivel macro.
Como es adentro es afuera. Como es arriba es abajo.
Toda situación es una oportunidad de introspección, de aprendizaje, y esta no es la excepción.
Basta con volverse un poco más observador para percibir que todo está en constante movimiento y cada vez es más claro.
Todo el cambio que vemos en la naturaleza, no implica que la Tierra está dejando de ser Tierra. Por el contrario, nos está manifestando su elección de envolverse con todo lo que es en un proceso de evolución para ser más ella que nunca. Nos manifiesta la elección de crear nuevas condiciones para sí misma.
Y entre todas estas elecciones, decidió también ser irreverente y romper con tsunamis y terremotos, lo que sabe ya no necesita más. Decidió acabar con lo que creíamos de ella y vació el espacio para conocerla de nuevo.
Decidió desapegarse de una identidad, de una explicación, de una forma de funcionar.
Decidió dejar por un momento de ser lugar seguro para enseñarnos que está bien y que es necesario cambiar.
Estoy segura de que a la Tierra no le preocupa lo que pensemos de ella. No va a dejar de transformarse, de girar y evolucionar. Aun cuando se reúnan todos los humanos de todos los rincones para juntar su fuerza y querer detenerla, no va a parar, solo no va a suceder.
Esa fortaleza y decisión de la Tierra para romper(sé) y cambiar existe en ti también.
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Como es adentro es afuera. Como es arriba es abajo.
Es una locura resistirte al cambio, aferrarte a situaciones que te parecen familiares por miedo a lo desconocido. Esto no se trata de intentar ser valiente y lanzarte quinientos metros fuera de tu zona de confort sin paracaídas, se trata de aceptar que tienes la apertura, el derecho y el poder de dar un paso afuera de ese círculo, y luego otro y otro… Si el planeta en el que vives lo hace, por qué tú no.
Así como nadie está en la capacidad de decirle a la Tierra si hoy debería llover o calentar con el sol, nadie podría jamás definirte y decirte lo que deberías ser o hacer. No porque en un acto de rebeldía te vas a cerrar al mundo y poner murallas frente a comentarios y sugerencias, sino porque reconoces quién eres y te amas siendo quién eres.
Te aceptas y aceptas que hoy quieres florecer y mañana hibernar. Aceptas tu naturaleza, aceptas que eres amplios valles floridos pero también selvas espesas intransitables.
Te imaginas si un día la Tierra se levanta y comienza a juzgar sus mares, a querer hacerlos menos salados, menos amplios y vastos. ¿Suena ilógico, verdad? Lo mismo pasa contigo, juzgar lo que es parte de ti, bueno o malo, bonito o feo, no tiene sentido.
En su lugar, la Tierra ama tanto esos mares que los decora con atardeceres increíbles, con mareas que parecen moverse al ritmo de místicas canciones. No quiere cambiar a su mar, lo deja ser.
Si un día, este se viste con tormentas y olas y otro con cielos azules y en calma, la Tierra solo acepta su movimiento y baila con él dejándolo ser y evolucionar, sabe que no importa lo que pase, no va a dejar de ser su mar.
Como es adentro es afuera. Como es arriba es abajo.
Si observas con atención vas a poder notar que todo lo que está sucediendo en tu entorno te está diciendo que es momento de abrazar el cambio sin querer cambiarte.
Y esto solo pasa cuando tienes seguridad de lo que eres en esencia.
Y… ¿Qué eres?
Lo que quieras, pero en la médula tú y yo somos Tierra, nada más ni nada menos.
-FK